miércoles, 11 de febrero de 2015

La Regenta

Nos situamos ante la escena del triunfo del Magistral pues don Fermín de Pas y Ana se reconcilian y, en compensación, Ana le promete que saldrá descalza como penitente en la procesión de la Semana Santa. De esta forma, el Magistral pretende mostrar a sus enemigos que no ha perdido autoridad sobre Ana. María Soledad Fernández en “Estrategias de poder en el discurso realista: “La Regenta y Fortunata y Jacinta” afirma:
“Este acto de fe y humillación público de Ana Ozores en la procesión de Semana Santa, muestran cómo el poder se ejerce en forma visible, solemne y simbólica. La Regenta comprende que el dominio de su “hermano del alma” -D. Fermín de Pas-  ha de manifestarse en un acto externo de humillación y fe; y reconoce que ella “¡iba a darse en espectáculo!” Cierto esa era la frase” (355). Ana va pregonando la gloria del Magistral, quien, no presidía este entierro como el del miércoles (el de don Pompeyo), pero celebraba con él su nuevo triunfo. Caminaba cerca de Ana… empuñaba  el cirio apagado, como un cetro. “Él era el amo de todo aquello. Él, a pesar de las calumnias de sus enemigos había convertido al gran ateo de Vetusta haciéndole morir en el seno de la Iglesia; él llevaba allí, a su lado, prisionera con cadenas invisibles a la señora más admirada por su hermosura y grandeza de alma en toda Vetusta; iba La Regenta edificando al pueblo entero con su humildad, con aquel sacrificio de la carne flaca, de las preocupaciones mundanas, y era esto por él, se le debía a él solo… ¿Quién podía más?”

Ana Ozores, La Regenta, una mujer enfermiza, marcada por una infancia represiva, frustrada en su matrimonio, ahogada por la mediocridad que la rodea, asume “Yo soy una loca –pensaba –tomo resoluciones extremas en los momentos de la exaltación y después tengo que cumplirlas cuando el ánimo decaído, casi inerte, no tiene fuerza para querer”. La Regenta está completamente arrepentida por la decisión que ha decidido tomar pero no da marcha atrás porque está dispuesta a asumir las consecuencias de su error. El temperamento soñador e insatisfecho de la Regenta le hace oscilar entre una religiosidad sentimental que está siendo aprovechada por su confesor y una sensualidad romántica que le ha venido rondando en capítulos anteriores provocada por don Fermín de Pas. Ana termina quedándose sola. La sociedad de Vetusta le vuelve la espalda y la condenan de forma implacable.

I Congreso Liberal (Disparates de Goya)

Durante el curso asistí a una conferencia, enmarcada dentro del I Congreso Liberal, en la cual se explicó una serie de grabados realizados por el pintor Francisco de Goya, los Disparates. Estos Disparates debieron ser elaborados nada más finalizar La Tauromaquia, y podríamos datarlos entre 1815 – 1819.
Cada estampa se divide en dos grupos y presenta una síntesis alegórica. En todos los Disparates hay un protagonista, el miedo y el terror. Algunos de los Disparates que se expusieron a lo largo de la conferencia son los siguientes:
-Disparate conocido: Los liberales no se asustan, saben que el absolutismo es como un espantajo.
-Disparate de miedo: El falso gigante del absolutismo asusta y amedrenta a los militares liberales.
-Disparate cruel: Un servil furioso, cabalgando sobre un fraile, arremete contra los liberales, que no se asustan ante el bravucón.
-Disparate femenino: Mujeres mantean a los peleles masculinos. El burro es la ignorancia.
-Disparate volante: La libertad es raptada por los serviles y trasportada por el monstruo del absolutismo.
-Caballo raptor: El caballo (el bien) salva a una mujer (la libertad) de caer en las fauces de los monstruos (ratas) absolutistas que devoran al pueblo.
-Disparate alegre: Los liberales representados por las mujeres enfrentados a los serviles, lo deforme y grotesco.
-Exhortaciones: La intención por escoger uno de los dos bandos. A la derecha la reflexión, la razón y el bien, a la izquierda las máscaras de la hipocresía y la mentira.
-Disparate puntual: La libertad en ajustado equilibrio. Los serviles ciegos ante la libertad. A punto de caer, hay que mimarlo, hay esperanza de que no caiga.
-Disparate desordenado: Monstruosidad dual, consecuencia de la política absolutista.
-Disparate pobre: Una mujer (la libertad) huye de la muerte y de la ira absolutista para refugiarse entre el pueblo.
-Disparate general: El absolutismo es venerado por dos eclesiásticos
-Los ensacados: Los liberales mudos y privados de libertad por los serviles.
-Disparate de carnaval: Dos condenados por la inquisición, maniatados, y otro con uniforme militar.
-La lealtad: Un grupo de embrutecidos serviles somete a vejaciones a dos indefensos ciudadanos.
-Disparate de bestia: El “manifiesto de los Persas” frente al pacífico delante.
-Disparate fúnebre: Muere la verdad/constitución y resucita la mentira/absolutismo. El pueblo entristecido y oprimido. Un impetuoso anciano (que podría representar al mismo Goya) se lanza contra la mentira.
-Disparate ridículo: Los liberales flanqueados por las adormecidas alegorías de la constitución y la sabiduría.
-Modo de poder volar los hombres con alas: El esfuerzo e inteligencia de los hombres razonables (liberales) les hace volar como pájaros.

-Disparate de toritos: Los toros (fuerza bruta absolutista) no pueden volar, se precipitan al abismo.

El estudiante de Salamanca

            Este poema es obra de Espronceda, que representa lo más genuino de nuestro romanticismo, no solo por su raíz byroniana y francesa, sino también por el apasionamiento con que defendió las nuevas ideas artísticas y políticas. Este poema representa la síntesis perfecta de las dos corrientes antes citadas. En efecto, a partir del tema del hombre que asiste a su propio entierro, motivo de romancero, el poeta demuestra que el rebelde, cuando se subleva contra los imperativos sociales, solo puede esperar la muerte.
            “El Estudiante de Salamanca” se publicó parcialmente en “El Español” en 1836. La obra es típicamente romántica en cuanto al asunto -un personaje libertino, Don Félix, al lado de la pura y desesperada Elvira- y a la escenografía nocturna con visiones de ultratumba. Como vemos, las similitudes con obras románticas son muy evidentes. Por otro lado, la obra resume a la perfección la polimetría romántica, pues recurre a una veintena de estructuras distintas, con algunas formas amétricas, que no se ajustan a los esquemas acostumbrados.
            En definitiva, Espronceda consigue con esta composición, un ambiente tenebroso y siniestro, propio de la lírica romántica. El poema se abre a media noche, entre tinieblas, entre lamentos y aullidos de perros. Incluso en el poema hay una danza macabra donde se levantan cien fantasmas moviendo sus calaveras. Todo nos recuerda al infierno de Dante, que verá su fin al llegar el alba.
            Respecto al tema del poder en “El Estudiante de Salamanca” hemos tomado como referencia el estudio Stephen Vasari, publicado en el “Bulletin Hispanique”: Aspectos religiosos-políticos de la ideología de Espronceda: El Estudiante de Salamanca (1980).
            Entre 1836 y 1840, Espronceda y Larra entre otros, están siendo sacudidos por una situación política cada vez más desfavorable. El gobierno de Mendizábal fue un golpe fuerte que les proporcionó un gran sentimiento de vacío y desesperación. Y, después de Mendizábal, Calatrava y Bardají, tan solo existe una representación de una transición hacia los años 1837 y 1840, donde reinan los moderados junto con María Cristina, quienes se empeñan en reavivar la fuerza eclesiástica. De ahí, que los liberales exaltados caigan desplomados en un laberinto sin salida. En concreto, Espronceda siente un hondo pesimismo político, una desilusión aún más profunda que la producida por la muerte de Teresa, su madre. Así, en “El Estudiante de Salamanca” empieza a asomar esta depresión total. Comenta Stephen: “Don Félix no tiene fuerzas suficientes para resistir a la vieja descarnada, caduca, la muerte y diablo en una sola persona y a su hermano, Don Diego, el vengativo, cerrado ejecutor de la sentencia del Tribunal de los muertos. Es decir, la España nueva, viva y, con ella, la Humanidad nueva, progresiva, sucumbe al poder de la vieja”. Para Espronceda, España está muerta, y con ella el poder político y la Iglesia. El poder está reencarnado en el personaje de Don Félix, porque su espíritu libre no se rinde. “La España nueva no posee las riquezas, el poder militar o político, pero su espíritu, su pensamiento político, su expresión literaria, no se rinde ante la fuerza brutal y el engaño”.

            “El Estudiante de Salamanca” es un grito ante tanta desesperación, al igual que ya lo hizo Larra. España no es nada más que un cementerio lóbrego, cubierto de tinieblas, arruinado, moribundo y helado. Al igual, años antes Larra gritaba: “España es un cementerio, un castillo medieval, una iglesia arruinada, una ciudad llena de fantasmas y brujas”.

Desenlace de Don Juan Tenorio

       El final de “Don Juan Tenorio” está plagado por una abundancia excesiva de contenidos absurdos y a la vez divinos. Sobrepasa las características que definen al romanticismo. En torno a esta obra han surgido diversas polémicas y ha sido fuente de inspiración para un gran número de parodias (El capitán Montoya). Don Juan Tenorio tiene dos partes, la primera se divide, a su vez, en cuatro actos, y la segunda en tres. El autor sitúa la acción en Sevilla, hacia 1545. Los cuatro primeros actos pasan en una sola noche, los tres restantes cinco años después y en otra noche.
Para poder centrarnos en la interpretación del desenlace y la singularidad de Don Juan Tenorio como drama romántico, recojamos qué ocurre durante las últimas páginas. La primera escena de la segunda parte transcurre cinco años después en el cementerio, donde el padre de Don Juan ha erigido estatuas de las víctimas de su hijo. Aparece la sombra de Doña Inés, que le explica a Don Juan que solo cuando él muera, podrá saber si ella obtiene la salvación eterna. Don Juan desafía a todos los muertos y los invita a cenar. En el segundo acto, Don Juan está cenando con sus camaradas, aparece el Comendador, que acepta su invitación. Le anuncia que al día siguiente morirá, lo que confirma la sombra de Doña Inés. El tercer acto se desarrolla de nuevo en el cementerio, donde Don Juan contempla su propio entierro. Finalmente, se arrepiente, y logra la salvación junto a Doña Inés.
Zorrilla introduce en la obra dos elementos fundamentales, que lo alejan de la tradición y destaca por su singularidad antes nunca vista: el amor de Doña Inés, y la conversión de Don Juan. Del mismo modo observamos cómo, en el drama de Zorrilla, el poder se establece mediante las fuerzas sobrenaturales que se encargan de acabar con los atropellos de Don Juan. Así, el poder del monarca pasa a un segundo plano, frente a la presencia de espíritus y fantasmas. En el drama de Zorrilla, el orden, la ley, no viene de un poder divino ni civil, sino que sobreviene de una decisión propia que nace en el interior del individuo, de una batalla que se libra en su conciencia.
Quizás puedan establecerse algunas similitudes con “El Burlador de Sevilla” de Tirso de Molina, sin embargo, Zorrilla introduce tantas modificaciones que le da la vuelta a su significado. El donjuán de Tirso es un personaje con unas raíces sociales muy fuertes, y fue castigado por una sociedad en fase de desintegración moral. Creó un personaje cínico, incapaz de amar, rodeado de mujeres corrompidas y egoístas, que eran una copia exacta del burlador. En cambio, Zorrilla le da una oportunidad a su personaje para que reflexione y se arrepienta, mediante la presencia de una mujer casta y pura, como es Doña Inés. De esta manera, el tema del Tenorio es el proceso espiritual de un hombre desde una vida entregada al vicio hasta su salvación, lograda por el amor a una mujer, y esto es lo que hace fundamentalmente que esta obra, al contrario que otras muchas, no sea plenamente romántica.
En definitiva, la obra contenía elementos para ser un triunfo en su momento: personajes opuestos, mundo de ultratumba, triunfo de lo religioso con la salvación del protagonista.

El elemento plástico y la teatralidad levantan a Zorrilla y el final de Don Juan Tenorio como un hito significativo de nuestro teatro romántico.