miércoles, 11 de febrero de 2015

Desenlace de Don Juan Tenorio

       El final de “Don Juan Tenorio” está plagado por una abundancia excesiva de contenidos absurdos y a la vez divinos. Sobrepasa las características que definen al romanticismo. En torno a esta obra han surgido diversas polémicas y ha sido fuente de inspiración para un gran número de parodias (El capitán Montoya). Don Juan Tenorio tiene dos partes, la primera se divide, a su vez, en cuatro actos, y la segunda en tres. El autor sitúa la acción en Sevilla, hacia 1545. Los cuatro primeros actos pasan en una sola noche, los tres restantes cinco años después y en otra noche.
Para poder centrarnos en la interpretación del desenlace y la singularidad de Don Juan Tenorio como drama romántico, recojamos qué ocurre durante las últimas páginas. La primera escena de la segunda parte transcurre cinco años después en el cementerio, donde el padre de Don Juan ha erigido estatuas de las víctimas de su hijo. Aparece la sombra de Doña Inés, que le explica a Don Juan que solo cuando él muera, podrá saber si ella obtiene la salvación eterna. Don Juan desafía a todos los muertos y los invita a cenar. En el segundo acto, Don Juan está cenando con sus camaradas, aparece el Comendador, que acepta su invitación. Le anuncia que al día siguiente morirá, lo que confirma la sombra de Doña Inés. El tercer acto se desarrolla de nuevo en el cementerio, donde Don Juan contempla su propio entierro. Finalmente, se arrepiente, y logra la salvación junto a Doña Inés.
Zorrilla introduce en la obra dos elementos fundamentales, que lo alejan de la tradición y destaca por su singularidad antes nunca vista: el amor de Doña Inés, y la conversión de Don Juan. Del mismo modo observamos cómo, en el drama de Zorrilla, el poder se establece mediante las fuerzas sobrenaturales que se encargan de acabar con los atropellos de Don Juan. Así, el poder del monarca pasa a un segundo plano, frente a la presencia de espíritus y fantasmas. En el drama de Zorrilla, el orden, la ley, no viene de un poder divino ni civil, sino que sobreviene de una decisión propia que nace en el interior del individuo, de una batalla que se libra en su conciencia.
Quizás puedan establecerse algunas similitudes con “El Burlador de Sevilla” de Tirso de Molina, sin embargo, Zorrilla introduce tantas modificaciones que le da la vuelta a su significado. El donjuán de Tirso es un personaje con unas raíces sociales muy fuertes, y fue castigado por una sociedad en fase de desintegración moral. Creó un personaje cínico, incapaz de amar, rodeado de mujeres corrompidas y egoístas, que eran una copia exacta del burlador. En cambio, Zorrilla le da una oportunidad a su personaje para que reflexione y se arrepienta, mediante la presencia de una mujer casta y pura, como es Doña Inés. De esta manera, el tema del Tenorio es el proceso espiritual de un hombre desde una vida entregada al vicio hasta su salvación, lograda por el amor a una mujer, y esto es lo que hace fundamentalmente que esta obra, al contrario que otras muchas, no sea plenamente romántica.
En definitiva, la obra contenía elementos para ser un triunfo en su momento: personajes opuestos, mundo de ultratumba, triunfo de lo religioso con la salvación del protagonista.

El elemento plástico y la teatralidad levantan a Zorrilla y el final de Don Juan Tenorio como un hito significativo de nuestro teatro romántico. 

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